PAPEL
HIGIÉNICO -
Como todas las provisiones, el papel higiénico
había sido comprado en unas de las tantas etapas del viaje de ida. En un
boliche se compraba el vino, y de paso se disfrutaba de una grapita o caña para
no pasar por mal educados frente al bolichero. En otro, se compraba el tabaco y
se repetía, acorde a la época, religiosamente el rito: una copita “al paso”.
Cuando llegó el turno al papel higiénico, a los compradores se les hizo difícil
recordar la cantidad necesaria, y bueno, se compró “al tanteo”.
El día en que se terminó, al Pájaro se le da por querer ir al baño con todos los lujos. La boca se le convirtió en un surtidor de recriminaciones y lamentos hacia sus compañeros: -“¡Con ustedes no se puede salir!, ¡miré usté, no tener papel ni para limpiarse!, ¡semejantes hombres!, ¡qué disparate!”, y así seguía, sin recordar que él también formaba parte de las expediciones de compra y había compartido sus buenas copitas en los tantos mostradores.
Estaban todos escuchando los lamentos del Pájaro sin prestarle mucha atención, cuando al Tarugo se le iluminaron los ojitos. En voz baja, se acercó a su compañero Cabrera y le dijo:
-“En el cajón de las provisiones hay un paquetito de papel, alcanzáselo a este loco para que no joda más.”. Cabrera se dirigió entonces hasta el cajón, desenvolvió el paquetito y le trajo el papel al Tarugo quien se lo dio al hombre que estaba en apuros. –“Tomá, dejate de quejar, acá tenés papel”.
El Pájaro cambió su cara y dijo: - “Yo sabía que el Tarugo era un amigo”, y se fue muy contento para el monte.
No pasó mucho rato antes de que se oyeran los gritos del Pájaro entre los yuyos y todos lo vieron correr con los pantalones bajos rumbo a la laguna.
El paquetito de donde salió el papel, envolvía la pimienta. El Tarugo lo sabía y el propio Cabrera se aseguró que ambas caras estuvieran bien “adobadas” por las dudas.
Es sabido que la pimienta no es buena para las hemorroides.
El día en que se terminó, al Pájaro se le da por querer ir al baño con todos los lujos. La boca se le convirtió en un surtidor de recriminaciones y lamentos hacia sus compañeros: -“¡Con ustedes no se puede salir!, ¡miré usté, no tener papel ni para limpiarse!, ¡semejantes hombres!, ¡qué disparate!”, y así seguía, sin recordar que él también formaba parte de las expediciones de compra y había compartido sus buenas copitas en los tantos mostradores.
Estaban todos escuchando los lamentos del Pájaro sin prestarle mucha atención, cuando al Tarugo se le iluminaron los ojitos. En voz baja, se acercó a su compañero Cabrera y le dijo:
-“En el cajón de las provisiones hay un paquetito de papel, alcanzáselo a este loco para que no joda más.”. Cabrera se dirigió entonces hasta el cajón, desenvolvió el paquetito y le trajo el papel al Tarugo quien se lo dio al hombre que estaba en apuros. –“Tomá, dejate de quejar, acá tenés papel”.
El Pájaro cambió su cara y dijo: - “Yo sabía que el Tarugo era un amigo”, y se fue muy contento para el monte.
No pasó mucho rato antes de que se oyeran los gritos del Pájaro entre los yuyos y todos lo vieron correr con los pantalones bajos rumbo a la laguna.
El paquetito de donde salió el papel, envolvía la pimienta. El Tarugo lo sabía y el propio Cabrera se aseguró que ambas caras estuvieran bien “adobadas” por las dudas.
Es sabido que la pimienta no es buena para las hemorroides.
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