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Mostrando entradas de mayo, 2019

LA COMETA (incluye audio al final del texto)

LA COMETA (Mario Ferreira) El pasillo tibio de la casa de los abuelos convertido en taller. A la sombra de sus paredes descascaradas y que creía eternas, nos sentábamos sobre las baldosas amarillas por las que tantas historias habían transitado. Imaginaba a mi madre de niña volviendo de la escuela, corriendo para entrar a la casa por la puerta del fondo, aquella apretada entre la pared y el aljibe caprichoso, mitad adentro, mitad afuera, que se metía en la sala de estar frente a la estufa. Seguro ella, mi madre, disfrutaba de la misma sombra en las siestas sin tiempo del verano, intentando aliviar el sofoco que el techo de zinc imponía a los cuartos. Y allí estábamos, eligiendo las cañas que le iban a dar sustento a nuestra cometa. Ni muy finas ni muy gruesas, derechas y firmes, no tan secas ni tan verdes. Huesos selectos para un esqueleto que debía perdurar y soportar los embates del viento. Mientras los mayores esperaban que pasaran esas horas de lenta digesti

La siesta

LA SIESTA  (Mario Ferreira) La siesta se extendía interminable durante las tardes de verano en el pueblo. Afuera, el sol caía perpendicular sobre el balastro reflejándose mil veces en las facetas lustrosas e irregulares de cada piedra. Pequeños espejos naranjas que como si fueran gotas de agua, convertían en río a la calle que iba a perderse varias cuadras más abajo en otro barrio. Las chicharras cantaban su monótona canción de una sola nota y de a ratos, se unían para formar un frenético coro chirriante y agudo. El sonido que hace que mi memoria me lleve a aquellas tardes. Un vaho que se podía ver, cubría al pueblo. Pesado como un cobertor de lana apelmasada, nos aplastaba a todos. La casa dormitaba en penumbras, todas sus puertas y ventanas tapadas intentando imitar en algo a la noche, más fresca y respirable. Pero el sol era porfiado y tenaz y se colaba rayito a rayito por los resquicios más delgados y asombrosos como los que dejaba la puerta al no alcanzar el

Corona fugaz

CORONA FUGAZ (Mario Ferreira) Una lata en medio del fogón de la pequeña cocina. Corona real, dueña absoluta aunque fugaz, de la casa. Centro de todas las miradas de quienes pasábamos sin motivo a su lado. Aún cerrada, emanaba su espíritu untuoso y pegajoso. Nada o todo podía haber en su interior; pero aún así, despertaba los deseos frágiles que nos llenaban la boca de apuros y urgencias. Alguien, papá o mamá, la habían dejado ahí como al descuido, sabiendo que su sola presencia era un regalo de los más preciados para nosotros. “¿Y cuándo podemos abrirla?”, preguntábamos mi hermano y yo. “¿Es para hoy”, insistíamos con apuro indisimulado. Las sonrisas cómplices se cruzaban a nuestras espaldas: “Ah, no sé. Preguntale a tu padre”, decía mamá. "Ah, no sé. Preguntale a tu madre", decía papá. Y como penitentes dispuestos a hacer el sacrificio, íbamos de uno al otro sin bajar los brazos. Hasta que al fin llegaba el momento y nosotros, miembros de una gu

¿Qué hago aquí?

Un blog...muy bien no sé en qué me estoy metiendo, pero escuché por ahí que es como una ventana para que puedas compartir con otros lo que pensás. La verdad, a mi edad, con estos 58 años a cuestas y soñando con la jubilación, me suena un poco fuera de contexto; pero me da igual. Quizás sea una de las cosas a las que me podría dedicar cuando llegue el retiro para no andar molestando por casa. Entre las cosas que siempre he hecho, además de la música que es como mi conexión con el mundo, me gusta escribir, contar historias. Algunas reales, otras ficticias y otras, bueno, con algo de ambas. En fin, hasta acá mi primera entrada. Y como decía mi abuela: que sea lo que Dios quiera. Chau.