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Mostrando entradas de octubre, 2020

UNA HISTORIA DE ALQUIMIA

  Una historia de alquimia Cada invierno, el amanecer nos regalaba su aliento de bruma, fresco en la piel y espeso en la nariz. La tierra se desperezaba y nosotros con ella. El aroma del prado húmedo y adorable, despabilaba los sueños nocturnos y salíamos al patio en busca del agua helada del aljibe que sonrosaba nuestras mejillas de vergüenzas infantiles. Desde el galpón, cercano a la casa, llegaba el olor del pan recién horneado esperando impaciente para ofrecerse al sacrificio, acompañado en su aventura, de los sonidos caóticos de ollas, cucharones y platos que se estrellaban disonantes y escandalosos, contra el silencio de la mañana. Y en medio de las paredes renegridas por años de humos cocineros, emergía en constante movimiento, trasmutando el fruto de su quinta en manjares increíbles, mi tía la alquimista. Una vieja cocina, cual eterno atanor, regaba con su calor y resplandores amarillos y naranjas, la mesa a la cual corríamos a sentarnos atropellando el aire perfumado de

SEPIA Y DESCOLORIDA

SEPIA Y DESCOLORIDA Aquella foto se hacía esquiva.  Insensible frente a la necesidad que tenía de mirarla otra vez. Estaba seguro de que cambiaba de lugar cada vez que me acercaba a su escondite. Podía oír el roce del viejo papel escurriéndose entre las sábanas almidonadas donde mi madre guardaba sus tesoros. Y de allí al estante de las medias y luego al de las camisas y seguro que saltaba de sitio en sitio evitando cuidadosamente la caja de las fotos familiares, porque allí ya había buscado pero ella sabía, que iba a volver. Esa noche había soñado mucho, como tantas otras noches. Aunque suena contradictorio, recuerdo mejor los sueños ahora de viejo que en mi juventud. Pero especialmente hoy, había despertado con la imagen borrosa de esa fotografía grabada en mis pupilas. Una fotografía sepia y descolorida que alguna vez de niño mi madre me había enseñado. En el sueño no alcanzaba a reconocer rostros ni lugares. Una bruma cubría la escena donde lo único que podía entrever, er