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Mostrando entradas de julio, 2019

MIS ABUELOS PATERNOS

MIS ABUELOS PATERNOS EL ABUELO PURO La parquedad de su presencia quizás hacía presumir un espíritu lejano y ausente. No sé si fueron los años, más de veinte, que viví a su lado (mi familia habitaba en el mismo edificio que mis abuelos paternos) los que me acercaron a su persona y me ayudaron a descifrar algunos de sus gestos ocultos. El abuelo Puro tenía su rutina que incluía, sugerir el menú del día a la abuela y pasar por nuestra casa a preguntar qué necesitábamos de la panadería, ya que infaltablemente cumplía ese ritual a la misma hora sin importar la lluvia o el sol. Algunas veces, no lo sé con certeza pero lo imagino, hacía una parada en el bar para cruzar algunas pocas palabras con los parroquianos. Fiel a su tiempo, vestía impecable con su camisa y su corbata (la que ajustaba con un perfecto nudo a su cuello) y muchas veces, su sombrero de ala protegía su calvicie. Lo recuerdo caminando mansamente por las veredas del barrio, deteniéndose a saludar a al

MIS ABUELOS MATERNOS

MIS ABUELOS MATERNOS EL ABUELO ADHEMAR Un plato con cubitos de queso fresco, medio vaso de vino y una novela de Estefanía con historias lejanas de cowboys en sus manos. Acodado al fogón de la cocina, recalaba en ese puerto conocido, cada mediodía, el abuelo Adhemar con su sonrisa. Una sonrisa que aparecía en su voz, en su andar y en sus ojos. Una sonrisa que era una forma de vivir, la actitud optimista y serena que nos regalaba cada vez que estábamos con él. El abuelo Adhemar era un hombre con garbo, como dirían en las crónicas del 1900. No importaba si el traje que vestía había pasado por muchos inviernos o si su gorra había perdido su color original; él caminaba por el mundo con su porte de caballero. Presto siempre a saludar a un vecino del pueblo o a preguntar por la salud o el trabajo de quien estuviera pasando un mal momento. Intransigente con su diaria rutina, transitaba como en un ritual eterno, las mismas calles de balastro visitando las casas de