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Mostrando entradas de febrero, 2022

A LA LUZ DE UN FLUORESCENTE

  A LA LUZ DE UN FLUORESC ENTE   —¿Se va a quedar mucho rato más?             —¿Qué hora es?             —Hora de cerrar, don Gerardo. Vamos, sea bueno, vaya para su casa y descanse, mañana será otro día.               El hombre se levantó con dificultad y en su impulso tiró la silla al suelo. El eco del golpe denunció la soledad del bar. Enfiló hacia la puerta como una sombra diluyéndose titubeante y silencioso. Un ademán de despedida o de disgusto (imposible de descifrar en la penumbra que creaba la luz de un único tubo fluorescente) se perdió en la negrura de la calle Yaguarón, que lo engulló como un ogro hambriento rodeándolo de ruidos y voces ajenas.               Manolo tomó el trapo que llevaba en su brazo y lo colgó en la cintura de su delantal. Poco a poco fue colocando las sillas sobre las mesas gastadas hasta formar un laberinto de maderas viejas y despintadas. “Como el mundo, todo patas para arriba”, pensó.   Mientras baldeaba el gastado piso de baldosas, pensaba