Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2020

LA VIEJA DE LA VENTANA

  LA VIEJA DE LA VENTANA Poco a poco su rostro surgía desde la oscuridad de aquel cuarto, como la caricatura de un espectro pasado de moda que solo podía asustar a los distraídos. La luz difusa del sol oculto por los edificios que rodeaban mi calle, iluminaba con desgano aquella cara, descubriendo apenas el contorno de sus pómulos endurecidos por los años, los labios apretados y aquellos ojos chiquitos que aunque cansados de tanto mirar, retenían aún restos del brillo adolescente donde se reflejaba el ir y venir de la gente. Le llamábamos la vieja de la ventana. Ella gastaba sus días, asomándose al mundo a través de aquella ventana de vidrios pequeños y antiguos, escondida detrás de una raída cortina de voile que alguna vez fue blanca y que silenciosa, se movía al impulso de su arrugada mano. Siempre estuvo ahí desde que tengo memoria. Vivía en una de las casas más viejas y derruidas del vecindario. Una construcción de techos altos, paredes gruesas y ventanas enormes con balc

UN VUELO DE REGRESO (mención especial en el concurso literario Sea Shepherd Uruguay 2020)

UN VUELO DE REGRESO Una pluma llegó a mis pies. Casi invisible, suavemente, como cuidándose de no hacer ruido. Escapada de algún pájaro más preocupado en esquivar los abrazos y besos que deambulan por el aire faltos de dueño, que en cuidar su vestido. Es que nadie los quiere. A los besos y a los abrazos, digo; y creo que tampoco a los pájaros. La miré y tuve miedo de tomarla; ¿cuánto viven los virus en una pluma? Era pequeña y azul, de un azul agrisado y profundo. Me pareció verla temblar, reposando en el empeine de mi pie descalzo. Como un reflejo, pateé al aire para librarme de ese estorbo y fue a parar a la arena. Justo al lado de una botella vacía de refresco que sucia y abandonada, purgaba la larga agonía de convertirse en polvo. “No voy a estar para verlo”, me dije para mis adentros. Volví a mirar al cielo intentando encontrar al dueño de aquella pluma que seguía temblando de miedo y soledad. Pensé lo extraño que sería para ella el encontrarse en este lugar, acostum