LA COMETA (Mario Ferreira) El pasillo tibio de la casa de los abuelos convertido en taller. A la sombra de sus paredes descascaradas y que creía eternas, nos sentábamos sobre las baldosas amarillas por las que tantas historias habían transitado. Imaginaba a mi madre de niña volviendo de la escuela, corriendo para entrar a la casa por la puerta del fondo, aquella apretada entre la pared y el aljibe caprichoso, mitad adentro, mitad afuera, que se metía en la sala de estar frente a la estufa. Seguro ella, mi madre, disfrutaba de la misma sombra en las siestas sin tiempo del verano, intentando aliviar el sofoco que el techo de zinc imponía a los cuartos. Y allí estábamos, eligiendo las cañas que le iban a dar sustento a nuestra cometa. Ni muy finas ni muy gruesas, derechas y firmes, no tan secas ni tan verdes. Huesos selectos para un esqueleto que debía perdurar y soportar los embates del viento. Mientras los mayores esperaban que pasaran esas horas de lenta digesti...
Historias, versos y otras yerbas.